Saludos a tod@s, en esta ocasión vuelvo a la carga escribiendo un poquito y continuando con la pequeña crónica que voy desarrollando sobre las andanzas del Kaudillo Goblin Farton Domatrolez y el desempeño de los pieles verdes que lo acompañan. Como siempre pongo al inicio de estas entradas, si no habéis leído las primeras partes y tenéis curiosidad por indagar en la historia de este impredecible goblin podéis comenzar desde el inicio a través del siguiente enlace: Relato Goblin – El Waaagh de Domatrolez (Parte I)
Y ahora sí, prosigo con la parte IV de nuestra historia.
Han sido varios días de transcripción, pero el siguiente fragmento que acabo de traducir puede no tener precedente alguno en la historia de la literatura, dudo que relatos similares puedan encontrarse en una sola biblioteca del distrito Palatino, o custodiada por los caballeros de la luz eterna, siquiera en la colección personal de algún hechicero miembro de los colegios de la magia de Altdorf. Pues me hallo ante el fiel relato de una batalla encarnizada entre hombres y pieles verdes…desde el punto de vista de estos últimos aberrantes y cada vez más fascinantes seres.
Farton movilizó a varias tropas de exploradores con la intención de adivinar los próximos movimientos de los humanos que se atrevieran a acercarse río abajo. Unas patrullas de goblins en lobo finalmente localizaron a una compañía de “sonrozaoz” intentado atravesar un estrecho paso entre montañas, a unos kilómetros del antiguo camino del fuerte de Jorquerland.
Esa empedrada e intrincada zona es uno de los mejores lugares para emboscar enemigos, y Farton lo sabía. Contaba con el factor sorpresa, pues los humanos no se habían percatado de haber estado siendo vigilados por los jinetes de lobo.
El Gran Kaudillo ideó su estrategia. Planeó establecer un campamento cercano al de los hombres del imperio, aparentemente pequeño y fácilmente alcanzable por el gran cañón que portaban, mas simplemente era otra de las triquiñuelas del aztuto Farton. Escondidos entre las rocas trajo consigo a sus tres Trolls de piedra, dispuestos a colmar su inagotable voracidad. También preparó en lo alto de las colinas dos “lanzapinchoz” para desintegrar rápidamente a los humanos. El ejército piel verde contaba además con una unidad de orcos salvajes, seres primitivos con tendencia nómada que casualmente emprendían una marcha migratoria y que no dudaron en anexionarse al ejército ante la posibilidad de entrar en combate conscientes del plan que había ideado el Kaudillo Goblin.
Tan pronto como los humanos vieran a la comitiva pielverde desde el horizonte, los orcos y goblins iniciarían su carga y la emboscada se echaría encima.
Y así fue.
Las tropas imperiales se encontraban lideradas por el general Franz Beckenbauer, un humano bravucón, delgaducho y con aspecto enfermizo (según las pobres descripciones de este diario) que no se percató de la artimaña goblinoide.
El grueso de su ejército se encontraba compuesto, además de por el gran cañón, por espadachines, arcabuceros, herreruelos a caballo, unos flagelantes exaltados que parecían querer purificar estas tierras, grandes espaderos y la mismísima caballería imperial del Círculo Interior, además los acompañaba un sacerdote de Ulric guiando a unas compañías libres, menos acostumbradas a vagar por tierras inhóspitas.
Flagelantes y caballeros del círculo interior
Por su parte el ejército piel verde se encontraba liderado por el mismísimo Farton, apoyado por tres hordas de goblins y goblins nocturnos custodiando las colinas del este, además, los tres trolls de piedra se encontraban tranquilos, engullendo rocas y esperando las indicaciones de su amo. En los flancos los jinetes de lobo esperaban la señal de ataque junto con los orcos salvajes, que prontamente empezaron a montar en sus jabalís. Pero la potencia realmente dura del ejército vino de la mano de unos orcos enormes acompañados por una tropa de Orcos Negros (al parecer, una especie de élite militar dentro de la jerarquía piel verde), ambos liderados por el Jefe Sesozeco, el cual ya tenía su enorme rebanadora desenvainada.
Además, entre el tumulto se encontraba Sparz Piñopicao, el chamán goblin mencionado en anteriores ocasiones, buscando siempre refugio, pero a su vez cerca de la contienda para absorber los poderes de la magia del ¿¡¡Waaagh!!? No entiendo bien a lo que se alude en esta parte del diario cuando hacen referencia a conceptos mágicos, oníricos y descabellados…pura inventiva goblinoide que he decidido no transcribir al reflejar una sarta de idioteces sin pies ni cabeza.
Representación de una parte del grueso del ejército de Farton
La batalla fue duradera, pues los hombres de Franz opusieron resistencia, mas su destino ya había sido condenado.
Los
jinetes salvajes de jabalí apoyados por jinetes de lobo se apresuraron a por
los herreruelos. Mientras los orcos se lanzaron con una furia tremenda sobre
los caballeros armados, los lobos aprovecharon para devorar y arrancar con sus
colmillos toda la carne de los caballos que podían permitirse. Muchos de ellos
se vieron despavoridos ante tales embestidas y acabaron huyendo, abandonando al
resto de su ejército.
Ese duro golpe dejó al descubierto la línea de arcabuceros, que tras observar la masacre piel verde, solo pudieron mantener su posición ante la nueva embestida de los orcos salvajes. La fiereza de sus ataques y la potencia de los jabalíes aplastaron a la unidad sin dejar a uno solo siquiera con vida.
En
otro lado de la contienda, el sacerdote de Ulric avanzaba con las compañías
libres por un estrecho y angosto paso, dispuesto a cargar contra las tropas
enemigas. Sin embargo, una muchedumbre de goblins nocturnos apareció de entre
las grietas de las montañas y soltaron a dos fanáticos enloquecidos con la
intención de acabar con la unidad de “sonrozaoz”. Esta estrategia no fue
exactamente la más sensata, puesto que debido a la inestabilidad del terreno
los fanáticos no tardaron en espachurrarse contra las mismas rocas, solo
llevándose a un par de soldados por delante.
La
furia del sacerdote hizo que sus tropas atacaran sin piedad a los goblins ahora
que se encontraban al descubierto y los cobardes pieles verdes no tardaron en
huir en desbandada ante la cantidad de guerreros que se aproximaban.
Sin
embargo, lo que a priori parecía una victoria en batalla por parte del
sacerdote de Ulric no era más que otra estratagema ideada por Farton para
aplastar a los humanos.
Cuando
las compañías libres lideradas por el sacerdote parecían alcanzar a los
diminutos pielesverdes, apareció justo por el flanco la unidad en formación de
diez Orcos Negros esperando la carga. Estos imponentes orcos se encontraban en
un lugar privilegiado para el combate y fue en ese momento cuando desde lo alto
de una colina empezó a descender Manute Sesozeco con más orcos, directos a por
la unidad del sacerdote ulricano.
La
embestida de las dos tropas de orcos fue brutal, machacando sin descanso a cada
uno de los combatientes imperiales, hasta que solo quedó en pie el propio
sacerdote.
En
ese momento, sin clemencia ni piedad, Sesozeco se aproximó al hombre, lo miró
de arriba abajo observando las ropas brillantes con ribetes dorados que vestía,
ahora llenas del polvo de la contienda…y le rebanó la cabeza con su arma a dos
manos.
La furia con la que Sesozeco descargó su ataque venía anteriormente dada tras las bajas que había sufrido su unidad unos instantes antes, pues por lo visto una bala de cañón impactó de lleno al flanco de la formación orca llevándose consigo a dos de los mejores combatientes del Jefe Orco.
Los grandes espaderos no conocían bien el terreno en el que se movían y poco pudieron hacer más allá de aguantar cualquier embestida piel verde que acechaba en los laterales del estrecho paso.
Farton,
desde su posición privilegiada, se quedó en la distancia riendo y observando la
masacre que estaba llevando a cabo su ejército, el plan estaba saliendo a la
perfección.
Los trolls también descansaban comiendo rocas, ajenos al combate.
La caballería imperial del Círculo Interior intentó acercarse a las monstruosidades azules, pero los “lanzapinchoz” goblin, estratégicamente colocados, penetraron la formación con un virotazo que acabó con cuatro de los caballeros de golpe y reduciendo sus armaduras a una merca amalgama de sangre, carne y metal, lo que hizo recular a la unidad observando la ingente masa goblin que esperaba todavía al fondo del angosto paso.
Los flagelantes, menos precavidos avanzaron sin temor y con una fuerza de voluntad admirable para cualquier ser (excepto para un cobarde goblin). Pero nuevamente más jinetes de lobo se interpusieron en su camino, provocando una lluvia de golpes entre ambas unidades.
No obstante, lo que claramente marcó el fin de la batalla y la retirada de las tropas imperiales fue la caza del cañón por parte del ejército de Farton. Los insaciables jinetes orcos de jabalí embistieron a los espadachines y a los grandes espaderos para distraerlos de lo realmente importante. Dos astutos jinetes de lobo goblin se acercaron sigilosamente a la dotación del gran cañón y acabaron con ellos, devorándolos allí mismo y dejando inútil la gran máquina de ingeniería humana.
Cañón de guerra imperial atrincherado para una mayor protección
Los
imperiales no pudieron recomponerse ni reagruparse, algunos consiguieron huir,
la gran mayoría pereció en el campo de batalla, no se sabe a ciencia cierta lo
que pasó con Beckenbauer…
Desde
el punto de vista piel verde la derrota de un sacerdote de Ulric fue
interpretada por Piñopicao como una excelente ofrenda a Gorko y Morko y los
presagios no podían ser mejores. Una vez más la astuzia de Farton le otorgaba
una sabrosa victoria y los orcos y goblins seguían con devoción la estela de
sangre marcada por su pequeño Gran Kaudillo y Rey.
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